Las horas del pelado
El pelado se ha propuesto recuperar el tiempo perdido. Esta mañana se levantó medianamente temprano y, mate en mano, se sentó frente a la computadora con la misma actitud de siempre, como diciendo: "Lo hago porque quiero y no porque lo tengo que hacer". Pero hoy, nuestro hombre se propuso iniciar lo mil veces postergado, meter los pies en el barro y crecer, de golpe, en su estatura profesional. "Antes, es importante estar informado", se dijo, y abrió las tapas de los diarios y escaneó con la vista títulos, bajadas y epígrafes. El agua empezaba a lavar despacio la yerba. Y "es fundamental estar comunicado", y recorrió una a una sus cinco cuentas de correo electrónico (pelado@hotmail, @yahoo, @gmail, @serviciodeinternet y @exlaburo a la que todavía no le bloquearon el acceso).
Se levantó de la silla para despedir a su mujer, que partía rumbo al trabajo.
—¿Qué vas a hacer hoy? –le preguntó ella, cuidando cada palabra.
—Hoy voy a empezar –respondió él.
Volvió a la máquina y leyó algunos comunicados: sobre la planta de residuos, sobre el Sistema Integrado Previsional Argentino, el ciclo de cine independiente, el Esparadrapo, los mails de Recinto Net y Página Política. Borró algunas cadenas, una propaganda y tres correos en inglés de personas que tenían nombre parecido al suyo y le anunciaban que se había ganado indescriptibles cifras en euros. Ningún mensaje personal que merezca ser respondido.
Pero hoy se había propuesto empezar, de una vez por todas. "En Internet está todo", se dijo, oportunidades laborales, voluntariados, congresos y encuentros, cursos, carreras, posgrados, pasantías, concursos, certámenes, promociones, algo para hacer. Realizó el recorrido una vez, acabó y lo volvió a hacer. El mate, ya viejo, fue quedando a un lado. Sintió ganas de ir al baño, como cada día a la misma hora, religiosamente.
El pelado necesita estar tranquilo para hacer sus necesidades. Allí sentado meditó, trazó justificaciones sobre su comportamiento de las últimas semanas, sobre por qué hizo lo que hizo y hace lo que hace. Dialogó con las revistas, que le prometieron futuros sobre el bidé. Llegó a algunas conclusiones, pero de tan débiles se fueron con el agua, haciendo remolinos en el fondo del inodoro. Se acomodó un poco esos pelos, esos escasos pelos, se lavó la cara con furia. "Hoy tengo que arrancar", dijo en voz alta, frente al espejo.
Con la mente un poco más clara fue hasta la cocina. Dejó la pava en el fuego y encendió la radio. Mientras el agua se calentaba y él se entregaba al delicado proceso de renovar el mate, recorrió con un dedo el dial entero, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda. Jugó a adivinar qué entrevistado estaba hablando en qué FM. En algunos casos, acertó. Se quedó escuchando propagandas y mirando por la ventana un pájaro que comía en el patio del vecino, hasta sentir el ruido previo al hervor.
Con el mate nuevo y las ideas otra vez revueltas, volvió a sentarse frente a la máquina. Insistió en repasar los correos pero no había ningún mensaje nuevo. Respiró hondo, abrió la carpeta Mis Documentos; escudriñó dónde estaba ese archivo con la vista, después con buscador, después lo mismo pero en otra carpeta. Al fin lo encontró y lo abrió y leyó su último currículum, escrito cinco años atrás. Se rió de algunos antecedentes puestos con orgullo, que le parecieron ridículos. "Operador de computadoras PC compatibles, 1992". "Conductor del programa de radio El Carpincho Herido, 1998". "Licenciatura en Comunicación Social pendiente de presentación de tesis". Hizo algunos cambios y se lo mandó por mail a cuatro de sus cinco cuentas. Volvió al baño, se miró, se peinó, se prometió arreglarse la barba. Fue al dormitorio y se cambió el pantalón. Apagó la computadora, apagó la radio, apagó la luz.
Ahora está parado bajo el marco de la puerta. Hoy hace un mes que se quedó sin trabajo y, todavía, lo que más le cuesta es arrancar. En un minuto saldrá a buscar un ciber, porque la impresora hace dos años que no tiene tinta.
.... de
Revista Telaraña - hilos de lo cotidiano
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