Un asadito en la parrilla de Navone

El lunes 25 de febrero, poco después de haberse despertado de la siesta, nuestro amigo el pelado comenzó a comprender por qué le había caído mal aquel asado. Acostumbrado a comilonas pantagruélicas, hasta ese momento no encontraba explicación a tal evento gastrointestinal: la morcilla estaba regular, el chorizo zafaba bastante bien, la costilla tenía poca carne pero sabrosa y el vino, aunque de medio pelo, se dejaba tomar con uno o dos cubitos de hielo por cada vaso. En fin, nada distinto de lo que un turista puede pretender de una parrilla sobre la ruta.

La descompostura le comenzó a aflojar las piernas algunos kilómetros después de Ascochinga. Quiso no darle importancia, haciendo alarde de su fortaleza digestiva, pero terminó camuflado entre la vegetación de las sierras cordobesas, haciendo equilibrio con el culo al aire y mordiendo una rama de la primera especie autóctona que encontró a mano para contener el dolor de intestinos.

Después de aquellas vacaciones en Córdoba y antes del lunes 25 de febrero, el pelado venía siguiendo las noticias sobre la marcha de la causa judicial conocida como Hospital Militar. Había visto de cerca el contraescrache a Rubén Almará y había sonreído cuando su antigua vecina denunciaba por lopezreguista al entonces presidente del PJ Paraná ante Estela de Carlotto.

Había imaginado qué podía llegar a contar un ex servicio de Inteligencia del Ejército sobre el robo de recién nacidos en Paraná en los primeros meses de 1978, cuando se sentara frente a la jueza el día 25 del mes dos.

Lo que no había pensado era que ese lunes, ni bien apagara el ventilador al despertar de la siesta, las últimas noticias vinculadas a ese caso le comenzarían a explicar el porqué de semejante descompostura de verano. Todos los medios de comunicación informaban que Paúl Alberto Navone, militar retirado como teniente coronel, había aparecido con un balazo en la cabeza en un bosque de Asochinga; y que ya no declararía ante la Justicia sobre su participación en el robo de bebés.

Con el correr de las horas, se fue enterando de que Navone reconocía haber “recibido” en Paraná a una mujer que venía de un campo de concentración para que aquí nacieran sus hijos, supuestos sobrinitos nietos de Galtieri. Leyó que estuvo a las órdenes de los temibles Acdel Vilas y Antonio Domingo Bussi en Tucumán; que después del Mundial 78 se dedicó a amedrentar periodistas, lo cual le hizo nuevamente revolver los intestinos; que le decían Asticito (por Astiz) por los trabajos sucios que le gustaba hacer, y que dicen que se vanagloriaba de haber sido él, como miembro del porteño Batallón de Inteligencia 601, quien mató al montonero Horacio Mendizábal en 1979.

Leyó que en los 80 el destino de Navone fue Córdoba y que, ya retirado de la fuerza, se instaló en la zona de La Granja y Ascochinga y puso un comedor en el cruce de las rutas E 53 y E 66. Que le puso de nombre Puesto Roca. Claro, pensó, y le hizo ruido la panza.

Se enteró de que hace 100 años, Julio Argentino Roca, tal vez otro genocida, también había elegido Ascochinga como refugio. Le causaba placer al ex presidente tener su lugar de descanso y reuniones sociales entre sierras y cascaditas. A su estancia, muy cerca de lo de Navone, la nombró La Paz, en un ensayo de sarcasmo extremo.

Puesto Roca también se llamaba la entrada principal al cuartel de Zapala donde fue asesinado el soldado Omar Carrasco, en abril de 1994, se enteró el pelado.

Antes de la cena del lunes 25 de febrero, nuestro amigo el calvo debió salir corriendo a buscar a una farmacia de turno, a la caza de un Sertal compuesto.