Luche y vuelve De Ángeli

Acababa de llegar esa tarde al trabajo, con ojos telarañosos como resultado de una merecida siesta, cuando por una radio –no recuerda cuál– se enteró de la fatídica noticia: el querido Alfredo De Ángeli se había estrellado al caer desde 150, 200 metros, la avioneta que lo pretendía llevar a otro destino de su derrotero en defensa de los nobles productores agropecuarios. Tal parecía el significado que había que interpretar del hecho objetivo "avioneta que se cae segundos después de despegar con cuatro personas en su interior, entre ellas una llamada Alfredo De Ángeli". Minutos después, nuestro personaje se vio asistiendo a la teatralización del dolor popular por el accidente del dirigente ruralista más famoso y amado de todos los tiempos. Paradito con su libretita y su grabador, el pelado –de él estamos hablando, claro– estuvo presente en el escenario de los hechos. Peleó contra sus colegas por el logro periodístico de tener registrado el momento exacto de la llegada a la clínica del primo segundo del hijo de la cuñada del hijo mayor de don De Ángeli. Participó de la profunda discusión por el copyright del video que mostraba al hombre en silla de ruedas, golpeado y maltrecho; video merecedor del máximo premio mundial jamás inventado en la materia. Consiguió el testimonio de los preocupados Urribarri y Busti o Busti y Urribarri, según la prioridad del caso. En tiempos sobrenaturales, vio que el pasillo se empezó a llenar de estrellas televisivas enviadas para hacer la cobertura del hecho para medios de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Pelotillehue, Cumpeo y Buenas Peras. Y lo mejor de todo: disfrutó de una tarde entera, hasta ya de noche, alejado de la relación alienante hombre-máquina a que está reducida su actividad profesional.
Al día siguiente volvió temprano. Se encontró con una barrera de trípodes y cámaras, alineadas (y alienadas) como esperando un tiro libre de Riquelme. Che Copete, Pepe Cortisona y otros hombres de cara conocida y traje impecable, aguardaban impacientemente la salida de los doctores con el último parte médico. En esa cuadra de calle San Martín, los móviles ultramodernos con sus antenas ultramodernas seguían mal estacionados. Que lo sacan a la mañana, que lo sacan al mediodía, que se queda un día más, que dame aire, que nos quedamos todos acá y ¡aguay! del que se adelante, que que lo saquen cuando esté el noticiero, que ¡no viene nadie acá a mostrar un mísero cartel de apoyo a Alfredo! Salieron dos médicos y todos se arremolinaron, la barrera se adelantó y la cosa se desmadró. Los camarógrafos puteaban, las estrellas de la tele mantenían la compostura y los doctores gozaban de sus cinco minutos de gloria.
El pelado se volvió a su casa al mediodía y, cuando se estaba despertando de la siesta, sus ojos telarañosos divisaron la transmisión del momento exacto en que De Ángeli salía, con el mismo chalequito con el que había entrado, entre una maraña de micrófonos, agradeciendo a Dios y a Cristina y al cariño de la gente, subiéndose a un auto para ir a Gualeguaychú a descansar en el campo de un amigo. Los movileros juntaron rápidamente las cacharpas, pasaron a picar algo por el bar El Tufo y retornaron a sus lugares de origen.
Chiquito, perdido entre otras noticias más rimbombantes, salió días después que la avioneta no se cayó de 200, ni siquiera de 150, sino sólo desde 10 metros. Los medios estaban lejos y ocupándose de otras cosas más importantes. Igualmente, Alfredo se tomó su merecido descanso de una semana y pico; hasta que reapareció, pidiendo pista y pidiendo cámara, en una macha contra Botnia, prometiendo que volvería a la mesa de Mirtha. En una rara y marxista aceleración de los tiempos, piensa el pelado, ya estuvo preso y tuvo su 17 de octubre, ahora tuvo su exilio y acaricia su 17 de noviembre. "Exijo una explicación". ¡Plop!



Para suscribirse
Telaraña te ofrece la posibilidad de suscribirte y recibir mensualmente la revista en tu domicilio.* Si residís en Paraná, sólo tenés que enviar tus datos por correo: nombre, domicilio y teléfono. El pago de cada ejemplar ($4) lo realizás al momento de recibir la revista.* Si residís en el resto del país, la suscripción es por cinco números y al precio del ejemplar se suman 2,50 pesos de gastos de envío. El pago de estos 32,50 pesos se realiza mediante depósito bancario.Para cualquiera de las dos opciones, consultas o comentarios, escribinos a hilosdelocotidiano@yahoo.com.ar.